viernes, 28 de agosto de 2009

Cork

UNA ORIOLANA EN UN NIDO DE CUERVOS (CORK)
Si a cada cosa que hiciera en la vida tuviera que darle una puntuación, sin duda esta se llevaría la mejor nota de todas. Ha sido una experiencia muy placentera, que ha dejado huella en mí. Pero sobre todo de la que he aprendido mucho, me ha enseñado a valorar cada cosa por insignificante que parezca y lo más valioso que me traigo de ella es a toda esa gente que he conocido y que nunca olvidaré.

Ahora mismo, si tuviera que describir con una sola palabra esos 22 días en Cork, no tendría otra mejor: MARAVILLOSOS…

1 de agosto de 2009

Sólo quedaban unas horas para volar hacia tierra galesa y ella todavía estaba con las maletas sin preparar. Por suerte, venía preparándolo todo desde hacía dos semanas, así que solo tenía que meter todo el equipaje y esperar a que se hiciera la hora de salir rumbo al aeropuerto.
No paraba de llorar, se le veía muy nerviosa, era la primera vez que se iba tanto tiempo sin conocer a nadie. Tenía miedo de viajar a un país cuyo idioma desconocía totalmente, pues iba a estar sola por lo menos los primeros días. Aunque como en todo viaje y este no iba a ser menos, no le faltaba la ilusión, las ganas de conocer mundo.

- ¿Dígame?

- ¿Leticia?

- Sí, ¿Quién es?

- ¡Hola!, Soy la chica de Murcia que va también a Cork. Los de la agencia me dijeron que ibas sola y me han dado tu número para contactar contigo.

- ¡Qué guay!, A mí me dijeron que ibais tres de Murcia, dos chicos y una chica pero no me quisieron dar vuestros números. ¡Muchas gracias por llamarme! ¿a qué hora vais esta tarde al aeropuerto?

- Pues no lo sé, pero cuando estemos allí nos llamamos y nos vemos.

- Vale, en cuanto llegue te llamo y te digo donde estoy. ¡Hasta luego!

- ¡Hasta luego!

Esa inesperada llamada la calmó totalmente, al parecer no tenía miedo al viaje, lo único que le venía preocupando era la soledad. Pues Leticia era muy sociable, le gustaba mucho hablar y estar rodeada de gente y verse en esa situación la había agobiado bastante.
Definitivamente no saber inglés le daba igual, ella ya estaba contenta y dispuesta a disfrutar el viaje desde el primer día.

Leticia también es algo despistada y como ese día no iba a ser menos, confundió las horas del vuelo, por suerte su despiste hizo que llegaran dos horas antes al aeropuerto, ya que al contrario podría haber sido peor. Allí conoció a Patricia, una muchacha de Toledo muy simpática y habladora como ella, que también volaba hacia el territorio Irlandés y desde el primer momento ambas congeniaron muy bien.

Durante la espera para embarcar llegaron los tres murcianos, dos chicos que daban la impresión de introvertidos y una chica muy extrovertida que al parecer era la que tiraba del grupo.

- ¡Hola, soy Paquita!

- Hola, yo soy Leti, ¡Encantada!
- Estos son Rubén, mi novio, y David, un amigo.

- ¡Hola!, veniros a embarcar.

Embarcar siempre es lo mismo, una larga cola de espera para dejar las maletas, esperar y más esperar. Y sobre todo ese día esperar era la palabra adecuada, pues a pesar de ser los primeros de la cola seguía el avión volaba con retraso.

Pero esta vez era diferente, esas tres horas en las que estuvieron haciendo tiempo para despegar sirvieron para que esos cinco chicos empezaran a conocerse, si hasta David comenzaba a hablar y gastar bromas sobre el peligro que corrían al montar en ese avión.

Además en ese tiempo conocieron a un hombre entrañable, un profesor valenciano cuyo aspecto recordaba al pintor Velázquez, que se hacía llamar José. El señor era muy educado y muy simpático, y al parecer era de gran ayuda pues conocía muy bien Cork y estuvo todo el tiempo informando y guiando a los chicos de lo que tenían que hacer durante su estancia en Irlanda. Definitivamente José se había convertido en Papá Pato y Paquita, Patricia, Rubén, David y Leticia en los patitos.

A la 1:30 de la madrugada, una hora menos en la ciudad galesa, los seis tomaron el vuelo, muy contentos. ¡Ninguno sabía lo que les esperaba en Cork!

Continuará…

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