Entraron sigilosamente en aquel oscuro edificio para no despertar a esos jóvenes que se habían pasado toda la noche de fiesta. Pero su gran afán por no hacer ruido se vino abajo cuando apretaron el botón del ascensor para subir a la tercera planta, donde al parecer vivía Patricia. Aquel ascensor era lo más rallante que habían oído nunca, la aguda voz de una mujer que sonaba cada vez que se abrían y cerraban las puertas era irritante.
Al llegar al tercero bajaron todos los bultos del elevador, alegrándose de no tener que oír más la voz que los iba a delatar, y se apresuraron para no meter en problemas con la casera a Patricia.
Lo que ninguno se esperaba pasó, al llegar a la puerta, sorprendentemente la lleve de la Toledana no abría, ¿Habrían cambiado la cerradura mientras había estado buscándonos?, ya nada era ilógico para ellos, aquel país se había convertido era daba más miedo que sus peores pesadillas.
- Chicos no me abre la puerta, y yo estoy segura de que es aquí…
- En tus llaves debe de poner cuál es tu apartamento.
- En mis llaves pone que es aquí, pero la puerta no se abre. ¿Qué hago?, todas mis cosas están ahí dentro.
- Tranquila, a lo mejor te has equivocado de planta, vamos a mirar en otras.
Los chicos comenzaron a subir y bajar, probaron la llave en todas las puertas, pero ninguna se abría. Conforme pasaban los segundos estaban más seguros, Cork había sido la peor elección de sus vidas.
- ¡Madre mía!, como nos pillen aquí se le cae el pelo a Patri, dijo Leti muy preocupada.
- Acho tía, que mal. Añadió Paquita que ya no estaba muy receptiva.
- Claramente, yo ya no vuelvo a viajar de noche, esto es un desastre. Terminó diciendo David terminando de hundir la situación.
Patricia y Rubén seguían buscando el apartamento, no podía haber desaparecido, ella había estado antes allí. Pero nada, en la tercera planta no se abría nada y en sus llaves ponía que se alojaba allí.
Paquita, David y Leti seguían debatiendo sobre la pobre Patri cuando escucharon unas voces, alguien hablaba con Patricia y no era Rubén. ¿La habría pillado la casera? ¿La echarían de la residencia?
Ellos que creían que todo el miedo había quedado atrás tras cruzar la puerta de la entrada, y ahora estaban muchos más asustados que al principio de la noche.
- Podemos decirle que nos hemos quedado solos y ella sólo intentaba ayudarnos, lo comprenderá. Dijo Paquita muy segura de sus palabras.
- Sí, ¿y cómo se lo decimos?, ¿con nuestro magnífico inglés? Contestó Leti ironizando lo que acababa de decir la murciana.
Mientras estas seguían debatiendo sobre qué hacer, apareció Patri muy sonriente, acaba de hablar con la casera, quien no había puesto ningún problema en que los chicos se quedaran unas horas en el apartamento.
- ¡Estás loca!, ¿Cómo puedes olvidar en que planta vives cuando has subido y bajado antes?
- No sé, es que he subido y bajado en ascensor y no me he fijado, porque al subir no le he dado yo al botón.
Todos se rieron de la situación, ya les daba igual, estaban dentro del apartamento, sentados en el sofá, sin pasar frio y sin temor a que los descubrieran pues tenían el consentimiento de la dueña del piso.
- Tu sofá es muy cómodo, dijo Rubén quien tardo unos instantes en dormirse.
Allí podrían descansar dos horas antes de partir para buscar su alojamiento, ya que estaban desorientados y no tenían ni idea de dónde podía estar.
- Oye, ¿vosotros habéis visto una catedral donde nos dejo anoche el taxista? Preguntó Leti como si se le estuviera ocurriendo algo.
- No, ni el río y según Patri tendríamos que estar cerca. Respondió David mientras dejaba sitio para que Rubén durmiera mejor.
- Bueno, pues yo creo que no nos han llevado al verdadero sitio, si os fijáis aquello era muy lujoso y en las fotos que vimos por internet era totalmente diferente, además en la web hablaba de la catedral que estaba muy cerca y José también nos enseñó la foto de la residencia y se veía la catedral. Y por si fuera poco en la web ponía que estábamos a cinco minutos del centro y nosotros anoche en el taxi tardamos un montón en llegar, así que, o el taxista nos timó mucho o ayer no nos llevaron a nuestra residencia. Comentó Leti analizando la situación.
- Sí, tienes razón. Además el borracho le dijo a Patri que cruzando el río estaba la residencia y nosotros no cruzamos el río en ningún momento. Añadió Paquita.
Después de una larga conversación llegaron a la conclusión que tantas veces se habían planteado durante la noche, la residencia en la que habían estado no era el lugar en el que se tendrían que hospedar. Así que si sus sospechas eran cierta, en unas horas encontraran la residencia muy cerca de donde estaban.
- Son las siete, a las nueve nos vamos, dijo David.
-Venga, pues vamos a descansar un rato, insistió Paquita.
- ¡Buenas noches!
martes, 1 de septiembre de 2009
sábado, 29 de agosto de 2009
Continuación del 1 de agosto en cork...
Pronto comenzaron a sentir frío, en apenas dos horas las altas temperaturas españolas habían quedado atrás, y es que ya habían llegado a Irlanda. Acababan de aterrizar en Cork, esa hermosa ciudad cuyo maravilloso verdor se escondía tras la oscuridad de aquella húmeda noche.
El vuelo había sido agotador, las dos horas de viaje se hicieron interminables, y es que el cansancio de la noche ya comenzaba a pesar entre esos cinco jóvenes, quienes no se imaginaban las aventuras que les deparaba aquella larga noche.
Al aterrizar y después de rescatar el equipaje, los cinco y Papá pato decidieron tomar un taxi. Patricia tomó el taxi junto a José, puesto que ambos estaban alojados en la misma residencia, mientras que Paquita, David, Rubén y Leti cogieron otro taxi rumbo a su alojamiento, los apartamentos que estaban junto a una bonita catedral de Cork.
Extrañamente curioso, los cuatro que se quedaron para tomar el último taxi no sabían nada de inglés. Acababan de quedarse solos ante aquel “nido de cuervos”, mascota oficial de la ciudad galesa, así que se apresuraron en coger el coche para llegar lo antes posible a su alojamiento. Y nunca mejor dicho, ya que parece que el taxista había visto en sus caras la necesidad de descansar, pues locamente se introdujo en esas carreteras donde conducir por el lado contrario es todo un camino hacia el “otro barrio”.
- ¡Parece que nos vayamos a estrellar, es súper raro ir por el carril contrario! Exclamó Rubén de camino a la residencia.
- Sí, yo voy asustada en el lado del copiloto. ¡Este hombre corre mucho! Le respondió Leti, quien estaba deseando que aquel conductor de piel negra detuviera el automóvil.
Poco después llegaron a un complejo de departamentos de lujo, los cuatro quedaron asombrados, aquel lugar no se parecía a la humilde residencia que habían visto en las fotos. Pero ninguno sospechó que aquellos pisos no eran el hogar en el que iban a pasar esos 22 días que acababan de comenzar para ellos, así que ante la insistencia impertinente del taxista, del cual no entendían ni una sola palabra, decidieron pagarle y buscar al guardia que les esperaría para alojarlos.
Al poco de marcharse el conductor, buscaron la recepción, lugar que estaba completamente cerrado, ni siquiera estaba el encargado de seguridad que los estaría esperando hasta las cuatro de esa misma noche. Después de diez minutos inspeccionando todo el recinto llegaron a la conclusión de que allí no había nadie.
- ¡Esto es muy fuerte!, estamos en la calle y aquí no hay nadie. Y nos dijeron que nos iban a esperar hasta las cuatro de la mañana. Dijo David bastante enfadado
- Acho es verdad, pero no hay ni luz. Replicó Paquita.
- Pues lo peor no es que no haya nadie, sino que estamos en medio de la calle con todas las cosas, el dinero y el portátil. Añadió Leti sin dar ánimo alguno.
- Joder, pues vamos a llamar aunque no sepamos inglés, nos lo preparamos y decimos lo que sea. Vamos a hacer algo, porque yo aquí en la calle con todas las cosas no me quedo. Insistió Rubén, a quien las palabras de Leti habían empezado a causarle efecto.
El nerviosismo comenzaba ya a notarse en cada uno de sus actos, nada les estaba saliendo bien. Empezaron a llamar al número que la agencia les había proporcionado en caso de tener algún problema, incluso llamaron al número que encontraron en la puerta de aquel lugar, pero aquellos malditos números no daban señal y ellos todavía en la calle, en un país que no habían visto en la vida y lo que más les preocupaba a ellos, sin saber inglés para salir de ahí.
No podían estar quietos, daban vueltas y vueltas en busca de alguien que los socorriera, pero nada, aquello era imposible. Estaban rodeados de soledad, si no fuera por las casas de lujo que los rodeaban pensarían que los habían llevado a un cementerio, no podría haber lugar más muerto que aquel.
- Me dice que el número no existe, ¿qué hacemos? Dijo Rubén decepcionado tras fugarse se única esperanza junto con la llamada.
- Acho, mañana ponemos una queja, porque nos dijeron que nos esperaban para entrar esta noche. Añadió Paquita, no se sabe si enfadada, asustada o ambas cosas.
- Sí, si yo pienso quejarme, replicó David, a lo que Rubén no le dejo acaba añadiendo:
- Podremos quejarnos si salimos vivos de esta, porque aquí seguimos solos sin saber dónde ir. Vámonos, vamos a buscar algo, porque quedarse en la calle toda la noche es peligroso.
- Espera, espera, dijo Leti entusiasmada, como si una gran idea le hubiera venido a la cabeza. ¡Tengo el número de Patri!, podemos llamarla y que nos guie para llegar.
Parece que todos estaban de acuerdo ante la idea de telefonear a Patri, estaban deseando que terminara ese día y al parecer la Toledana era su única esperanza de encontrar un lugar en el que poder pasar las pocas horas que quedaban de oscuridad.
- Hola Patri, soy Rubén. Estamos en la calle, aquí no hay nadie y no sabemos qué hacer.
- Tranquilo, yo voy a por vosotros. Cruzar el río y una vez estéis en el otro lado seguir recto que yo os espero en el McDonald.
- Venga, pues vamos ya para allá.
Los cuatro sin pensarlo un instante cogieron todo su equipaje y empezaron a andar rumbo al río. Pero, pronto se detuvieron, ¿cómo sabían para dónde ir?, ¿el río estaba a la derecha o a la izquierda?, ¿por dónde los había traído el taxista?, ¿seguro que había un río cerca?, ¿El centro estaba de verdad a 5 minutos de la residencia como les había dicho José?
En pocos segundos muchas preguntas les vinieron a la cabeza, y es que Patricia los guiaba confiando en que la residencia estaba donde le había comentado “Papá Pato” en el avión, pero ellos estaban perdidos, si no estaban equivocados y todo apuntaba a que no, por ahí no había ningún río, por lo que llegar al centro de la ciudad era todo un reto para cuatro chavales que, como aquel que dice, acaban de volar del nido.
- ¡Dios Mío!, ¿Quién me mandaría a mí traer dos maletas y el portátil? No puedo más y encima perdidos, ¡Quiero volverme a España, esto es una mierda! Exclamó Leti un tanto asustada.
Y no era para menos, ¿quién no tenía miedo?, si cada vez que daban un paso perdían toda esperanza de encontrar a Patricia.
- Patri soy David, por aquí no encontramos ningún río, no sabemos dónde estamos.
- A ver, tenéis que cruzar el río y llegar a St Patrick Streat
- Sí, pero estas calles no tienen ni nombre, es imposible saber dónde estamos. Bueno vamos a ver qué hacemos.
Aquello ya no era un mal sueño del que deseaban despertar, era una pesadilla en toda regla. Cada vez que miraban a su alrededor un cumulo de sensaciones los invadía, y es que daba igual hacía donde dirigieran la vista, sólo se veían casas oscuras, bares cerrados y calles con apenas iluminación.
Ellos se encontraban en la única calle en la que había luz, por donde no paraban de pasar taxis, al parecer trabajo de moda en Cork, cuyos conductores ponían cara de asombro al verlos andando a altas horas con tantas maletas.
- Ese coche no para de pasar, hace cosas extrañas y me está poniendo nerviosa, ¡Qué deje ya de pasar! Exclamó Leti a borde de un ataque de nervios.
- Madre mía, ¿qué vamos a hacer aquí tirados? Prosiguió Paquita.
- No sé qué vamos a hacer nosotros, pero tenemos a Patri en la calle buscándonos y está sola.
Vamos a llamarla y a decirle que se vaya para casa, le replicó Leti a quien le preocupaba el bienestar de su nueva amiga.
Rubén súper apenado se mostró de acuerdo ante la idea de la oriolana, - es verdad, la pobre está sola buscándonos, deberíamos…
Pero David no lo dejó acabar cuando exclamó entre alegría y desesperación: ¡Mirad, una gasolinera!, está abierta y hay gente… ¡Vamos a preguntar!
Por fin una alegría aquella noche. Sin pensarlo dos veces, los cuatro cruzaron la calle lo más rápido que les daban las piernas y los bultos le permitían, en busca de ayuda. ¡Cuánto antes acabará aquel terrible día mejor!
Preguntaron cómo llegar al centro, y un hombre, que parecía entender esas frases construidas a lo indio, empezó a hablarles sin parar, esforzándose para que los muchachos entendieran lo que quería decir.
- ¿Entendéis lo que dice?
- No, sólo que no se pude ir andando al centro, que está muy lejos.
Aquella conversación los dejó sin ánimos de seguir adelante, ahora ya estaban seguros de que estaban a las afueras de la ciudad. El hombre terminó de hablarles y les señaló a un coche, pero ellos no le prestaron atención, pues no entendía nada de lo que decía aquel amable señor. Por lo que a los pocos segundos observaron que el individuo se iba muy enfadado dirigiéndose hacia su taxi, fue entonces cuando lo entendieron todo; Se trataba de un taxista que durante toda la conversación les había estado diciendo que él los podía llevar en el taxi, pues el centro estaba muy lejos para ir andando y más con tanto equipaje. Por lo que la única forma de llegar hasta McDonald era en vehículo y el tenía el taxi allí mismo.
- Oye, si ese tío es un taxista y nos está intentado llevar al centro. Dijo inteligentemente David
- Con razón insistía tanto en que no se puede ir andando, añadió Leti
- Pues vámonos con él, si total aquí no hacemos nada, dijo Paquita cuando Rubén exclamó:
- ¡Sí, vámonos al centro con él!, de “perdios” al río
En aquel coche no cabía ni una mosca, era minúsculo y muy chatarrero. Aquello en cualquier momento se desmontaba, pero si a eso le unimos que las maletas las llevaban los chicos encima, que el hombre tenía pinta de mafioso y que conducía a toda velocidad, parecía que todo estaba sacado de una película policiaca. ¿Acabarían sanos y salvos esa noche?
Además de todo el trayecto era interminable, parecía que el centro estuviera muy lejos, y en cada curva los kilos de las maletas se les clavaban en los huesos. El hombre, o extraño ser, no paraba de preguntarles cosas que no entendían, por lo que cada vez chillaba más, al parecer se creía que estábamos de verdad en una “film” y elevando la voz podía cambiar el idioma.
- ¡Ahí está el McDonald! Exclamó Paquita con voz de alivio.
- Esto es una estafa, dijo Rubén, nos ha cobrado 5 euros más de lo que marcaba por llevar las maletas
- ¿5 euros?, pero si las llevábamos encima dijo Leti entre risas.
- Sí, pues no te lo pierdas, quería que nos pusiéramos los cinturones. ¿Pero cómo nos íbamos a mover con 20 kilos aplastándonos?, replicó David indignado con el mafioso que los acababa de timar.
Ya estaban en la puerta McDonald, lugar en el que había quedado con Patricia, pero no la veían por ninguna parte. ¿Los había llevado el taxista a un lugar equivocado? O ¿le habría pasado algo a la Toledana?
Aunque en aquel lugar sus miedos se multiplicaban, pues ahora estaban rodeados de borrachos que no paraban de pasar cerca de ellos, empezaron a tomarse la situación a broma. ¡Seguro que de un momento a otro aparecía Patricia! O empezaban una aventura nueva…
- ¡Me rio por no llorar!, rompió el silencio David
- No, no… ¡Lloras por no reírte!, ironizó Leti con una frase que había dicho Patricia por confusión durante el vuelo.
Pasaban los minutos y Patricia no aparecía, cada vez tenían más ganas de que amaneciera, pues estaban en pleno centro, con gente muy rara y ellos con todo lo valioso encima.
La situación se les iba de las manos, eran casi las cinco de la mañana y todavía no habían podido descansar. Estaban desesperados, si sobrevivían a aquella noche ya podrían afirmar que no tenían miedo a nada.
A la espera de Patri, a saber con quién andaba la chica, una mujer que los oyó hablar les preguntó en español que les ocurría. ¿Hablaba en español o estaban alucinando?, era cierto aquella mujer hablaba en español y les estaba ofreciendo su casa para pasar la noche, había aparecido como un ángel caído del cielo para salvarles después de todo lo que habían pasado.
Pero en ese mismo momento, apareció la heroína, la gran Patricia, quien se había pasado la noche acompañada de un borracho en busca de los cuatro españoles “perdidos en Cork”.
Ante la presencia de la joven Toledana que dominaba perfectamente el inglés, se mostraron muy agradecidos con la mujer, quien en breves segundos desapareció como si de un espejismo se tratara.
-¡Ya viene Patri!
- Hola chicos, ¡Vamos a mi apartamento! Dijo Patri mientras se despedía del joven que le había hecho de guía.
Parecía que por fin a las 6 de la mañana todo volvía a la normalidad, después de un gran retraso en el vuelo y de perderse en la ciudad, iban a descansar un rato para cuando amaneciera del todo ir a buscar la residencia, donde se quejarían de todo lo que les había sucedido por no esperarles en la puerta.
Pero, ¿quién podía afirmar que las aventuras habían acabado por esa noche?
Continuara…
El vuelo había sido agotador, las dos horas de viaje se hicieron interminables, y es que el cansancio de la noche ya comenzaba a pesar entre esos cinco jóvenes, quienes no se imaginaban las aventuras que les deparaba aquella larga noche.
Al aterrizar y después de rescatar el equipaje, los cinco y Papá pato decidieron tomar un taxi. Patricia tomó el taxi junto a José, puesto que ambos estaban alojados en la misma residencia, mientras que Paquita, David, Rubén y Leti cogieron otro taxi rumbo a su alojamiento, los apartamentos que estaban junto a una bonita catedral de Cork.
Extrañamente curioso, los cuatro que se quedaron para tomar el último taxi no sabían nada de inglés. Acababan de quedarse solos ante aquel “nido de cuervos”, mascota oficial de la ciudad galesa, así que se apresuraron en coger el coche para llegar lo antes posible a su alojamiento. Y nunca mejor dicho, ya que parece que el taxista había visto en sus caras la necesidad de descansar, pues locamente se introdujo en esas carreteras donde conducir por el lado contrario es todo un camino hacia el “otro barrio”.
- ¡Parece que nos vayamos a estrellar, es súper raro ir por el carril contrario! Exclamó Rubén de camino a la residencia.
- Sí, yo voy asustada en el lado del copiloto. ¡Este hombre corre mucho! Le respondió Leti, quien estaba deseando que aquel conductor de piel negra detuviera el automóvil.
Poco después llegaron a un complejo de departamentos de lujo, los cuatro quedaron asombrados, aquel lugar no se parecía a la humilde residencia que habían visto en las fotos. Pero ninguno sospechó que aquellos pisos no eran el hogar en el que iban a pasar esos 22 días que acababan de comenzar para ellos, así que ante la insistencia impertinente del taxista, del cual no entendían ni una sola palabra, decidieron pagarle y buscar al guardia que les esperaría para alojarlos.
Al poco de marcharse el conductor, buscaron la recepción, lugar que estaba completamente cerrado, ni siquiera estaba el encargado de seguridad que los estaría esperando hasta las cuatro de esa misma noche. Después de diez minutos inspeccionando todo el recinto llegaron a la conclusión de que allí no había nadie.
- ¡Esto es muy fuerte!, estamos en la calle y aquí no hay nadie. Y nos dijeron que nos iban a esperar hasta las cuatro de la mañana. Dijo David bastante enfadado
- Acho es verdad, pero no hay ni luz. Replicó Paquita.
- Pues lo peor no es que no haya nadie, sino que estamos en medio de la calle con todas las cosas, el dinero y el portátil. Añadió Leti sin dar ánimo alguno.
- Joder, pues vamos a llamar aunque no sepamos inglés, nos lo preparamos y decimos lo que sea. Vamos a hacer algo, porque yo aquí en la calle con todas las cosas no me quedo. Insistió Rubén, a quien las palabras de Leti habían empezado a causarle efecto.
El nerviosismo comenzaba ya a notarse en cada uno de sus actos, nada les estaba saliendo bien. Empezaron a llamar al número que la agencia les había proporcionado en caso de tener algún problema, incluso llamaron al número que encontraron en la puerta de aquel lugar, pero aquellos malditos números no daban señal y ellos todavía en la calle, en un país que no habían visto en la vida y lo que más les preocupaba a ellos, sin saber inglés para salir de ahí.
No podían estar quietos, daban vueltas y vueltas en busca de alguien que los socorriera, pero nada, aquello era imposible. Estaban rodeados de soledad, si no fuera por las casas de lujo que los rodeaban pensarían que los habían llevado a un cementerio, no podría haber lugar más muerto que aquel.
- Me dice que el número no existe, ¿qué hacemos? Dijo Rubén decepcionado tras fugarse se única esperanza junto con la llamada.
- Acho, mañana ponemos una queja, porque nos dijeron que nos esperaban para entrar esta noche. Añadió Paquita, no se sabe si enfadada, asustada o ambas cosas.
- Sí, si yo pienso quejarme, replicó David, a lo que Rubén no le dejo acaba añadiendo:
- Podremos quejarnos si salimos vivos de esta, porque aquí seguimos solos sin saber dónde ir. Vámonos, vamos a buscar algo, porque quedarse en la calle toda la noche es peligroso.
- Espera, espera, dijo Leti entusiasmada, como si una gran idea le hubiera venido a la cabeza. ¡Tengo el número de Patri!, podemos llamarla y que nos guie para llegar.
Parece que todos estaban de acuerdo ante la idea de telefonear a Patri, estaban deseando que terminara ese día y al parecer la Toledana era su única esperanza de encontrar un lugar en el que poder pasar las pocas horas que quedaban de oscuridad.
- Hola Patri, soy Rubén. Estamos en la calle, aquí no hay nadie y no sabemos qué hacer.
- Tranquilo, yo voy a por vosotros. Cruzar el río y una vez estéis en el otro lado seguir recto que yo os espero en el McDonald.
- Venga, pues vamos ya para allá.
Los cuatro sin pensarlo un instante cogieron todo su equipaje y empezaron a andar rumbo al río. Pero, pronto se detuvieron, ¿cómo sabían para dónde ir?, ¿el río estaba a la derecha o a la izquierda?, ¿por dónde los había traído el taxista?, ¿seguro que había un río cerca?, ¿El centro estaba de verdad a 5 minutos de la residencia como les había dicho José?
En pocos segundos muchas preguntas les vinieron a la cabeza, y es que Patricia los guiaba confiando en que la residencia estaba donde le había comentado “Papá Pato” en el avión, pero ellos estaban perdidos, si no estaban equivocados y todo apuntaba a que no, por ahí no había ningún río, por lo que llegar al centro de la ciudad era todo un reto para cuatro chavales que, como aquel que dice, acaban de volar del nido.
- ¡Dios Mío!, ¿Quién me mandaría a mí traer dos maletas y el portátil? No puedo más y encima perdidos, ¡Quiero volverme a España, esto es una mierda! Exclamó Leti un tanto asustada.
Y no era para menos, ¿quién no tenía miedo?, si cada vez que daban un paso perdían toda esperanza de encontrar a Patricia.
- Patri soy David, por aquí no encontramos ningún río, no sabemos dónde estamos.
- A ver, tenéis que cruzar el río y llegar a St Patrick Streat
- Sí, pero estas calles no tienen ni nombre, es imposible saber dónde estamos. Bueno vamos a ver qué hacemos.
Aquello ya no era un mal sueño del que deseaban despertar, era una pesadilla en toda regla. Cada vez que miraban a su alrededor un cumulo de sensaciones los invadía, y es que daba igual hacía donde dirigieran la vista, sólo se veían casas oscuras, bares cerrados y calles con apenas iluminación.
Ellos se encontraban en la única calle en la que había luz, por donde no paraban de pasar taxis, al parecer trabajo de moda en Cork, cuyos conductores ponían cara de asombro al verlos andando a altas horas con tantas maletas.
- Ese coche no para de pasar, hace cosas extrañas y me está poniendo nerviosa, ¡Qué deje ya de pasar! Exclamó Leti a borde de un ataque de nervios.
- Madre mía, ¿qué vamos a hacer aquí tirados? Prosiguió Paquita.
- No sé qué vamos a hacer nosotros, pero tenemos a Patri en la calle buscándonos y está sola.
Vamos a llamarla y a decirle que se vaya para casa, le replicó Leti a quien le preocupaba el bienestar de su nueva amiga.
Rubén súper apenado se mostró de acuerdo ante la idea de la oriolana, - es verdad, la pobre está sola buscándonos, deberíamos…
Pero David no lo dejó acabar cuando exclamó entre alegría y desesperación: ¡Mirad, una gasolinera!, está abierta y hay gente… ¡Vamos a preguntar!
Por fin una alegría aquella noche. Sin pensarlo dos veces, los cuatro cruzaron la calle lo más rápido que les daban las piernas y los bultos le permitían, en busca de ayuda. ¡Cuánto antes acabará aquel terrible día mejor!
Preguntaron cómo llegar al centro, y un hombre, que parecía entender esas frases construidas a lo indio, empezó a hablarles sin parar, esforzándose para que los muchachos entendieran lo que quería decir.
- ¿Entendéis lo que dice?
- No, sólo que no se pude ir andando al centro, que está muy lejos.
Aquella conversación los dejó sin ánimos de seguir adelante, ahora ya estaban seguros de que estaban a las afueras de la ciudad. El hombre terminó de hablarles y les señaló a un coche, pero ellos no le prestaron atención, pues no entendía nada de lo que decía aquel amable señor. Por lo que a los pocos segundos observaron que el individuo se iba muy enfadado dirigiéndose hacia su taxi, fue entonces cuando lo entendieron todo; Se trataba de un taxista que durante toda la conversación les había estado diciendo que él los podía llevar en el taxi, pues el centro estaba muy lejos para ir andando y más con tanto equipaje. Por lo que la única forma de llegar hasta McDonald era en vehículo y el tenía el taxi allí mismo.
- Oye, si ese tío es un taxista y nos está intentado llevar al centro. Dijo inteligentemente David
- Con razón insistía tanto en que no se puede ir andando, añadió Leti
- Pues vámonos con él, si total aquí no hacemos nada, dijo Paquita cuando Rubén exclamó:
- ¡Sí, vámonos al centro con él!, de “perdios” al río
En aquel coche no cabía ni una mosca, era minúsculo y muy chatarrero. Aquello en cualquier momento se desmontaba, pero si a eso le unimos que las maletas las llevaban los chicos encima, que el hombre tenía pinta de mafioso y que conducía a toda velocidad, parecía que todo estaba sacado de una película policiaca. ¿Acabarían sanos y salvos esa noche?
Además de todo el trayecto era interminable, parecía que el centro estuviera muy lejos, y en cada curva los kilos de las maletas se les clavaban en los huesos. El hombre, o extraño ser, no paraba de preguntarles cosas que no entendían, por lo que cada vez chillaba más, al parecer se creía que estábamos de verdad en una “film” y elevando la voz podía cambiar el idioma.
- ¡Ahí está el McDonald! Exclamó Paquita con voz de alivio.
- Esto es una estafa, dijo Rubén, nos ha cobrado 5 euros más de lo que marcaba por llevar las maletas
- ¿5 euros?, pero si las llevábamos encima dijo Leti entre risas.
- Sí, pues no te lo pierdas, quería que nos pusiéramos los cinturones. ¿Pero cómo nos íbamos a mover con 20 kilos aplastándonos?, replicó David indignado con el mafioso que los acababa de timar.
Ya estaban en la puerta McDonald, lugar en el que había quedado con Patricia, pero no la veían por ninguna parte. ¿Los había llevado el taxista a un lugar equivocado? O ¿le habría pasado algo a la Toledana?
Aunque en aquel lugar sus miedos se multiplicaban, pues ahora estaban rodeados de borrachos que no paraban de pasar cerca de ellos, empezaron a tomarse la situación a broma. ¡Seguro que de un momento a otro aparecía Patricia! O empezaban una aventura nueva…
- ¡Me rio por no llorar!, rompió el silencio David
- No, no… ¡Lloras por no reírte!, ironizó Leti con una frase que había dicho Patricia por confusión durante el vuelo.
Pasaban los minutos y Patricia no aparecía, cada vez tenían más ganas de que amaneciera, pues estaban en pleno centro, con gente muy rara y ellos con todo lo valioso encima.
La situación se les iba de las manos, eran casi las cinco de la mañana y todavía no habían podido descansar. Estaban desesperados, si sobrevivían a aquella noche ya podrían afirmar que no tenían miedo a nada.
A la espera de Patri, a saber con quién andaba la chica, una mujer que los oyó hablar les preguntó en español que les ocurría. ¿Hablaba en español o estaban alucinando?, era cierto aquella mujer hablaba en español y les estaba ofreciendo su casa para pasar la noche, había aparecido como un ángel caído del cielo para salvarles después de todo lo que habían pasado.
Pero en ese mismo momento, apareció la heroína, la gran Patricia, quien se había pasado la noche acompañada de un borracho en busca de los cuatro españoles “perdidos en Cork”.
Ante la presencia de la joven Toledana que dominaba perfectamente el inglés, se mostraron muy agradecidos con la mujer, quien en breves segundos desapareció como si de un espejismo se tratara.
-¡Ya viene Patri!
- Hola chicos, ¡Vamos a mi apartamento! Dijo Patri mientras se despedía del joven que le había hecho de guía.
Parecía que por fin a las 6 de la mañana todo volvía a la normalidad, después de un gran retraso en el vuelo y de perderse en la ciudad, iban a descansar un rato para cuando amaneciera del todo ir a buscar la residencia, donde se quejarían de todo lo que les había sucedido por no esperarles en la puerta.
Pero, ¿quién podía afirmar que las aventuras habían acabado por esa noche?
Continuara…
viernes, 28 de agosto de 2009
Cork
UNA ORIOLANA EN UN NIDO DE CUERVOS (CORK)
Si a cada cosa que hiciera en la vida tuviera que darle una puntuación, sin duda esta se llevaría la mejor nota de todas. Ha sido una experiencia muy placentera, que ha dejado huella en mí. Pero sobre todo de la que he aprendido mucho, me ha enseñado a valorar cada cosa por insignificante que parezca y lo más valioso que me traigo de ella es a toda esa gente que he conocido y que nunca olvidaré.
Ahora mismo, si tuviera que describir con una sola palabra esos 22 días en Cork, no tendría otra mejor: MARAVILLOSOS…
1 de agosto de 2009
Sólo quedaban unas horas para volar hacia tierra galesa y ella todavía estaba con las maletas sin preparar. Por suerte, venía preparándolo todo desde hacía dos semanas, así que solo tenía que meter todo el equipaje y esperar a que se hiciera la hora de salir rumbo al aeropuerto.
No paraba de llorar, se le veía muy nerviosa, era la primera vez que se iba tanto tiempo sin conocer a nadie. Tenía miedo de viajar a un país cuyo idioma desconocía totalmente, pues iba a estar sola por lo menos los primeros días. Aunque como en todo viaje y este no iba a ser menos, no le faltaba la ilusión, las ganas de conocer mundo.
- ¿Dígame?
- ¿Leticia?
- Sí, ¿Quién es?
- ¡Hola!, Soy la chica de Murcia que va también a Cork. Los de la agencia me dijeron que ibas sola y me han dado tu número para contactar contigo.
- ¡Qué guay!, A mí me dijeron que ibais tres de Murcia, dos chicos y una chica pero no me quisieron dar vuestros números. ¡Muchas gracias por llamarme! ¿a qué hora vais esta tarde al aeropuerto?
- Pues no lo sé, pero cuando estemos allí nos llamamos y nos vemos.
- Vale, en cuanto llegue te llamo y te digo donde estoy. ¡Hasta luego!
- ¡Hasta luego!
Esa inesperada llamada la calmó totalmente, al parecer no tenía miedo al viaje, lo único que le venía preocupando era la soledad. Pues Leticia era muy sociable, le gustaba mucho hablar y estar rodeada de gente y verse en esa situación la había agobiado bastante.
Definitivamente no saber inglés le daba igual, ella ya estaba contenta y dispuesta a disfrutar el viaje desde el primer día.
Leticia también es algo despistada y como ese día no iba a ser menos, confundió las horas del vuelo, por suerte su despiste hizo que llegaran dos horas antes al aeropuerto, ya que al contrario podría haber sido peor. Allí conoció a Patricia, una muchacha de Toledo muy simpática y habladora como ella, que también volaba hacia el territorio Irlandés y desde el primer momento ambas congeniaron muy bien.
Durante la espera para embarcar llegaron los tres murcianos, dos chicos que daban la impresión de introvertidos y una chica muy extrovertida que al parecer era la que tiraba del grupo.
- ¡Hola, soy Paquita!
- Hola, yo soy Leti, ¡Encantada!
- Estos son Rubén, mi novio, y David, un amigo.
- ¡Hola!, veniros a embarcar.
Embarcar siempre es lo mismo, una larga cola de espera para dejar las maletas, esperar y más esperar. Y sobre todo ese día esperar era la palabra adecuada, pues a pesar de ser los primeros de la cola seguía el avión volaba con retraso.
Pero esta vez era diferente, esas tres horas en las que estuvieron haciendo tiempo para despegar sirvieron para que esos cinco chicos empezaran a conocerse, si hasta David comenzaba a hablar y gastar bromas sobre el peligro que corrían al montar en ese avión.
Además en ese tiempo conocieron a un hombre entrañable, un profesor valenciano cuyo aspecto recordaba al pintor Velázquez, que se hacía llamar José. El señor era muy educado y muy simpático, y al parecer era de gran ayuda pues conocía muy bien Cork y estuvo todo el tiempo informando y guiando a los chicos de lo que tenían que hacer durante su estancia en Irlanda. Definitivamente José se había convertido en Papá Pato y Paquita, Patricia, Rubén, David y Leticia en los patitos.
A la 1:30 de la madrugada, una hora menos en la ciudad galesa, los seis tomaron el vuelo, muy contentos. ¡Ninguno sabía lo que les esperaba en Cork!
Continuará…
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