jueves, 25 de septiembre de 2008

Un minuto, más sabiduría



Hoy voy a dedicar este espacio a una conversación muy “rarita” que escuche en el tren una mañana que iba para Elche.

Al mi lado iban tres muchachas, de la misma edad más o menos, que no paraban de conversar entre ellas. De repente una de ellas, sin tener nada que ver con lo que hablaban, le dijo a la más gordita: “ahora cuando baje del tren vienes que me baje los pantalones y te enseño una cosa”.
Todas nos quedamos boquiabiertas, pero sin dejarla acabar la frase, la última chica respondió: “Sí, yo también voy y lo dices que a mí también me sirve, porque ¿Cuántos pelos hay que tener?”.
Tanto mi cara, como la de la chica que las estaba escuchando, estaban cada vez más descompuestas. A mí me dio por reírme, disimuladamente claro. La muchacha que tenía que responderles no sabía cómo hacerlo, no sé si tenía ganas de reír o de llorar, pero para rematar la “jugada”, la primera chica dijo: “no, si yo lo que quiero es que me digas si estoy con la regla o no”.

Nunca había oído una conversación semejante, cada vez que la cuento me da por decir chorradas, pero en realidad hoy la estoy contando porque aparte de gracia, me ha hecho plantearme algunas cosas de cómo somos y la educación que tenemos.
Creo que todas estas cosas nos vienen de la manera de educarnos, de la censura que nuestros padres y profesores ponen a la hora de enseñarnos cómo funciona la vida y de la vergüenza que nos da preguntarles a personas mayores a nosotros las cosas que no sabemos.

Sé que lo que oí son cuatro tonterías, pero esas cosas se pueden llevar a muchos terrenos de nuestra vida y muchas veces chorradas así nos perjudican muchísimo, porque no sabemos movernos en nuestro entorno debido a la mala información que recibimos, todavía hoy en día y con los muchos avances que hay.
¿Por qué creéis que cada vez hay más embarazos, sida, hepatitis…?, por eso mismo, porque sí, nuestra sociedad ha avanzado, pero la educación en esos temas es escasa y no entiendo porque los padres no se pueden sentar y hablarnos de cosas tan simples, pero a la vez tan útiles.
El tema está, en que hay personas que maduran antes que otras, y las que son más alocadas se dejan llevar sin tener en cuenta los posibles efectos adversos. A mí sí me hubiera gustado tener una especie de guía, alguien que me hubiera resuelto esas dudas que yo tenía, incluso me hubiera gustado sentar a mi hermana y explicarle unas cuantas cosas, porque la madurez no siempre viene sola, a veces hay que pegarle el empujón.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

¡Lo vi sin querer!

El domingo volvió a empezar, otra vez de nuevo la gente pegada al televisor para ver cómo viven otras personas, las peleas que surgen entre ellos, las relaciones y todo lo normal en nuestra vida diaria.

Gran Hermano diez ha empezado fuerte, en dos días ya tienen miles de espectadores ansiosos por el morbo que les produce el poder ver 24 horas al día cómo viven otros seres humanos. Es más, en tan sólo 48 horas ya ha surgido la chispa del amor, ha habido peleas e incluso han expulsado al primer concursante, Germán, el cual vivirá del programa desde fuera de la casa.



Lo gracioso de este tipo de concursos es que nadie “los ve". Pero luego todo el mundo sabe lo que ha sucedido en el programa y al día siguiente lo cuentan como si de una jugada de fútbol se tratará. ¡Curiosamente todos ellos lo saben porque lo vieron haciendo Zapping! .

Está comprobado que mucha más gente de la que lo admite sigue el reality , cada año en cada país sube el número de espectadores que lo siguen, pues a la gran mayoría de la audiencia nos atrae ese gusanillo que nos entra cuando estamos empapados de todo, es una curiosidad natural que tenemos, que hace que las cosas más simples sean las que más nos atraigan.

Como se puede comprobar en la película “El Show de Truman”, en la que vemos como televisan la vida de un hombre sin que él lo sepa desde que nació y todo el mundo lo sigue sin perder detalle, lo que más llama al espectador es poder sentirse controlador de una vida ajena a la suya, de la que puede sacar muchas semejanzas y puede compartir con los demás sin temor a críticas.




Está claro, ¡la vida de otros es lo que más vende!

Sin extenderme más, simplemente me gustaría que fuéramos más honestos, no tenemos por qué avergonzarnos de ver estos programas, todos tenemos ese puntito de curiosos. Son cosas que nos atraen, lo simple se hace intenso. Además nadie ve nada porque sí y menos haciendo zapping.
Yo veo Gran Hermano, ¿y qué?